Señor: que yo nunca rece para ser preservado de los peligros, sino para alzarme ante ellos y mirarlos cara a cara.
Que no pida la extinción de mi dolor, sino el coraje que me falta para sobreponerme a él.
Que no confíe en aliados en la guerra de la vida sobre el campo de batalla del alma: que sólo espere de mí.
Que no implore, espantado mi salvación, que tenga la fe necesaria para conquistarla.
Dame no ser ingrato: pues a tu misericorida debo mis triunfos.
Y si sucumbo, acude a mí con tu brazo fuerte. Y dame la paz, y dame la guerra!
Rabindranath Tagore